“¿Sabes lo que hice este fin de semana? Me lié con un tío en la playa. ¿Y sabes qué? Tenía un piercing, dónde tú ya sabes”. Esta es una de las frases que rara vez pronunciaron nuestros padres, pero que cada vez más relatarán nuestros hijos. Hoy en día es muy habitual realizarse un piercing o un tatuaje, y si bien elegir una zona erógena, o incluso los genitales, puede suponer un aliciente de cara al placer, lo cierto es que hay que tener en cuenta diversas recomendaciones.
La primera, que pueden ser un problema en el uso de los preservativos, tanto para la penetración como para otras técnicas orales, por ejemplo, si el piercing está en la lengua.
La sexóloga Cristina Callao explica que el aumento de esta práctica se debe a que “es cierto que ciertos roces pueden resultar estimulantes tanto para el que los recibe, como para quién los provoca, pero hay que tener en cuenta que el uso de preservativos puede ser susceptible a rasgarse y romperse con mayor facilidad, con todo lo que ello implica; es decir, contagios de ETS y embarazos no deseados”.
Pese a ello son múltiples las modalidades de piercing genitales que pueden encontrarse:
Para ellas:
Uno de los principales problemas de la vulva es que es una zona húmeda y que muchas veces con el movimiento pueden surgir desgarros, por lo que la zona a colocarlo debe ser muy estudiada.
– Clítoris: Pese a la sensibilidad de este órgano, hay quién se atreve atravesarlo con un aro o con una barra, aunque es más común atravesar solamente el capuchón del mismo, ya que hay menos terminaciones nerviosas y de hecho se obtiene más placer con su roce.
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